De Chirico, arte y filosofía

Giorgio Chirico, fue un pintor de origen griego nacido en el seno de una familia italiana. Su formación estuvo arraigada en los países que forjaron el arte clásico, así como en Alemania, donde entró en contacto con  pintores simbolistas y filósofos como Nietzsche y Schopenhauer que condicionaron sin duda alguna su obra. Además, la ciudad de París había dejado una profunda huella en el artista: ‘’la modernidad, este gran misterio, está omnipresente en París…Como Atenas en la época de Pericles, hoy día París es la ciudad por excelencia del arte y del espíritu’’ afirmó el artista tras su estancia parisina.

Si algo caracteriza su obra son sus paradojas y las continuas antítesis que lleva a cabo a lo largo de su producción artística. No se siente fascinado por el pasado, sino que se encuentra sometido por tensiones modernas. La combinación moderno-tradición, sienta las bases de una gruesa parte de su obra. De esta manera, la unión  de una fábrica y un templo, una locomotora y una nave antigua, chimeneas y columnas griegas reflejan a la perfección esa paradoja en la que se sumerge su estilo durante un periodo de su carrera.

Enigma, intriga, nostalgia y seducción se apropian de sus composiciones. En este sentido, figuras despersonalizadas con forma de maniquí, la descontextualización de lo cotidiano así como las enigmáticas relaciones destacan en obras como ‘’La estación de Montparnasse’’, ‘’Enigma de un día’’ o ‘’La conquista del filósofo’’.

La dicotomía abstracto-real siempre ha sido una constante en el análisis de una obra artística. Sin embargo, la original manera en la que conecta estos términos De Chirico se había dado en muy escasas ocasiones. Probablemente, el autor quiera conducir a quien contempla su obra a la autoreflexión y al disparo de las sensaciones y preguntas.